De las filas de las Farc, a emprender en el campo colombiano
28 de octubre de 2022
Como si se tratara de un juego, Noé Gutiérrez Galvis decidió escaparse de su casa en el Caquetá cuando apenas tenía 14 años. Acompañado de un par de amigos resultó en las entrañas de la selva del Caguán y solo cuando cumplió la mayoría de edad, sus padres se enteraron que no se había muerto como creían, sino que había decidido ingresar a la guerrilla de las Farc.
Aunque cursó hasta séptimo grado en el colegio, logró adquirir conocimientos empíricos en varias disciplinas como economía, política y enfermería, saberes, sobre todo el último, que le serían muy útiles en su cotidianidad pasada.
Entre guardias, avanzadas, exploraciones, caletas y fusiles, completó una vida. Didier o ‘Ardillo’ como era conocido en las filas revolucionarias, integró por más de 35 años la guardia de Manuel Marulanda Vélez, se casó con una guerrillera y se convirtió en papá.
Las cátedras sobre la historia de las Farc y más recientemente los documentos de La Habana, fueron una constante en las aulas de los campamentos, así “me volví viejo sin darme cuenta” dice entre tímidas carcajadas.
Noé cuenta que durante esas más de 3 décadas, los departamentos en donde más operó fueron Cundinamarca, Meta, Caquetá y el sur del Guaviare. En esos ires y venires descubrió un lugar del que se enamoró: la Serranía del Chiribiquete, el parque nacional más grande del sistema de Parques Naturales de Colombia.
Gutiérrez advierte que este pulmón ambiental está “siendo destruido por gente que tumba y acaba las montañas para meter ganadería extensiva, coca y otros cultivos” y aprovecha para hacer un llamado a los líderes locales y mundiales para que unan esfuerzos en pro de la conservación de esta región amazónica ubicada entre el Caquetá y el Guaviare.
Cuenta además que durante el tiempo que estuvo en la guerrilla vivió experiencias muy buenas y otras no tanto, también fue testigo de varios intentos de diálogos de paz, y la idea de uno nuevo no lo convencía por completo. Sin embargo, en el 2016 llegó el gran momento y la firma del acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en el Teatro Colón, dejó de ser una ilusión para muchos y se convirtió en una realidad.
Fue a través de este proceso que Don Noé decidió emprender una nueva lucha enmarcada en el perdón, el diálogo y la paz. 482 excombatientes llegaron en ese entonces al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación en Colinas, en el departamento de Guaviare, algunos desertaron y otros, como don Noe, que honró su palabra y continúa con una lucha distinta desde la legalidad.
“Desde que salimos de la selva, nosotros nos enfocamos fue en la reincorporación, en la reconciliación entre colombianos, nosotros no queremos tener enemigos de ninguna índole. Queremos que se solucionen una cantidad de problemas que tenemos y recibir noticias para el campo nos llena de mucha esperanza”.
Después de seis años de la firma del Acuerdo, don Noé y otros excombatientes consolidaron la cooperativa Cooamacol, dedicada a la producción y conversión de plátano, y ahora, en el Gobierno del cambio, recibirán por parte de la Agencia de Desarrollo Rural, un proyecto agropecuario que contempla la dotación de una planta de transformación que convertirá producto fresco en snacks de patacones y yuca, harina de plátano, croquetas y almidón de yuca.
Si bien la Agencia había venido trabajando en procesos de fortalecimiento comercial con esta asociación en escenarios como Expoguaviare, esta será la primera iniciativa cofinanciada por la entidad para población reincorporada en Colombia, una apuesta de más de mil millones de pesos, en los que la Agencia cofinanció $915 millones para reconstruir el tejido social, promover la reconciliación y la convivencia, y respaldar la actividad productiva de estos 68 productores de la vereda Colinas, en el corregimiento el Capricho.
“Esta es la paz que nosotros necesitamos, la que necesita el campo. Una ciudad sin campo no es ciudad. Esta es la forma en la que se ve la verdadera voluntad del Gobierno, con hechos. Esta planta beneficiará no solo a los productores de Colinas sino a gran parte de la comunidad de las veredas aledañas de San José del Guaviare”, dice el excombatiente de 56 años.
Para completar las buenas noticias, la ADR invitó a Cooamacol a participar en Agrofuturo. Dos de sus integrantes llegaron a Bogotá para disfrutar de esta vitrina comercial, visibilizar su trabajo y establecer alianzas de largo plazo. Se llevaron esta experiencia inolvidable, junto a la resolución de cofinanciación que asegura el inicio de la implementación del proyecto de la planta de transformación.
“Le agradecemos inmensamente, queremos seguir trabajando de la mano, no nos dejen solos para seguir construyendo un nuevo departamento, marcado por la industrialización y la comercialización” expresa el campesino caqueteño.
Gutiérrez con los pies aterrizados en una nueva realidad, con los fusiles en silencio y sus manos llenas de tierra admite que todo es un sacrificio, pero con voz recia sentencia que la idea es continuar: “si vamos a sufrir que sea construyendo la paz para que las nuevas generaciones tengan luz de pensamiento y a través de la reconciliación podamos llegarle con buena semilla al campo”.