“No se iguala la tranquilidad de sembrar yuca a la de sembrar hoja de coca”: Cervelión Cogollo, líder campesino

No había cumplido los diez años y Cervelión Cogollo ya era personero de su colegio. Apenas pudo estudiar hasta séptimo grado porque cualquier día tuvo que salir corriendo de su natal Córdoba ante las amenazas que empezaba a recibir por parte de los grupos paramilitares. Solo era un adolescente, pero ya le habían puesto precio a su cabeza. Se escondió en el otro extremo del país, en el departamento de Nariño, mientras bajaba la presión de los grupos que por aquella época —durante la década de 1990— arrasaban con cualquier tipo de liderazgo social en Córdoba y Urabá.

En su refugio de Nariño, Cervelión tuvo que ser raspachín de hoja de coca para ganarse la vida. Allí fue líder de los recolectores de hoja hasta que, en 2006, después de la desmovilización parcial de los grupos paramilitares, pudo regresar a su tierra natal. Tan pronto volvió de su destierro, los campesinos de la vereda La Chica, muy cerca de Tierralta, lo nombraron presidente de la junta de acción comunal, y desde entonces este líder campesino no ha dejado de poner la cara por los demás, incluso a riesgo de su vida.

Hoy, a sus 42 años, Cervelión es uno de los líderes campesinos de mayor reconocimiento en la costa Caribe, hasta el punto de ser el actual delegado de la reforma agraria en el departamento de Córdoba. Pero ese no es su máximo honor como líder, porque desde hace seis años su vida gira alrededor de la Asociación Campesina para el Desarrollo del Alto Sinú, ASODECAS, una organización con una historia de catorce años defendiendo los intereses de los campesinos sin tierra. Como presidente de esta organización social, Cervelión logró el gran sueño de conseguir 1.200 hectáreas por parte de la SAE para 100 familias que antes eran cultivadoras de hoja de coca y que hoy empiezan una nueva vida en la finca Pontevedra. Pero, además, la comunidad de este predio, en donde viven bajo condiciones precarias 430 campesinos y campesinas, lograron la aprobación de un proyecto productivo desde la Agencia de Desarrollo Rural, por valor de 4.492 millones de pesos.

El liderazgo de Cervelión Cogollo, líder campesino de Córdoba, demuestra que el camino de la justicia social es la unidad popular y la solidaridad. Foto: Lisa Trujillo (ADR)

Es, sin duda, el resultado del esfuerzo organizativo y la persistencia de mujeres, jóvenes, ancianos y niños, pero con el liderazgo que esta comunidad de luchadores campesinos le reconoce a Cervelión Cogollo.

¿De dónde le nació esa virtud del liderazgo?

Yo soy un líder desde cuna —dice Cervelión, sin esconder su orgullo—. Mi papá me enseñó que se debía trabajar por el pueblo y defender este país. Y vea usted: eso le costó la vida. 

¿Cuántos años tenía usted cuando murió su papá?

Yo era un niño de apenas seis años, pero ya con mucho entendimiento.

¿Y todavía recuerda esas palabras de su papá, así de manera tan clara?

Son cosas que lo marcan a uno y nunca se le olvidan.

¿Cómo hace para transmitirles a estas familias de Pontevedra, esa marca de vida, esas enseñanzas que le dejó su papá?

Siempre les digo que no hay que desfallecer, incluso en esos momentos en que hasta la esperanza se olvida de nosotros —dice, y de pronto se queda en silencio.

¿Y cómo hace para subirles el ánimo, en medio de tantas adversidades: madres solteras, cosechas que no se venden, ¿pobreza…?

Les voy a contar una historia que me marcó para siempre —dice, y agacha la cabeza por un instante, en un ademán de suspenso, mientras busca la sombra de una Ceiba—. Les voy a contar una historia de mi vida que me da la convicción para apoyar a este grupo de hombres y mujeres que hoy son mi familia.

¿Algo de su papá?

No, esto tiene que ver con mi abuelo hace mucho tiempo, cuando yo solo tenía 9 años —responde

¿Qué le pasó en ese entonces a su abuelo?

Cuando yo me crie con mi abuelo, él tenía una parcelita en Buenos Aires-La Manta, en un punto que se llama La Pelea. A mí me sacaron de donde estaba el conflicto armado en su punto más caliente, por aquí en Córdoba, y me llevaron adonde mi abuelito Julián. Allí el Incora había repartido una parcelita a unos campesinos y un ganado en propiedad colectiva. Fueron 16 cabezas para cuatro personas. A los dos años el hato había crecido de tal manera que ya eran 65 animales. Pero, al parecer, el colectivo de campesinos tenía algunos inconvenientes y fue cuando tomaron la decisión de dividirse. Entonces metieron en una mochila unos papelitos con los nombres de los 65 animales para que la suerte decidera por cada uno.

¿Acaso los 65 animales tenían nombre?

En los hatos pequeños, por lo general, todos los animales tienen nombre.

¿Y qué pasó?

Mi abuelo me pidió que yo sacara el papelito cada vez que le tocaba su turno, y recuerdo que el primer nombre que saqué fue el de una vaca que se llamaba Puntas Claras. —Cervelión se emociona contando la historia, y da el nombre de una segunda vaca—: También recuerdo otra de nombre Panquemada.

¿Y qué ocurrió después?

Pues pasó que se dividieron las vacas entre los socios del colectivo y cada uno se llevó su ganado a la parcela individual que cada quien tenía. De los cuatro quedaron dos con ganado, mi abuelo y otro señor, porque los dos señores restantes vendieron el ganado y se gastaron la plata.

Pero su abuelo y el otro campesino sí conservaron el ganado, nos imaginamos.

Nada —dice con algún dejo de tristeza—. El señor que quedó con mi abuelo al año ya no tenía nada. A mi abuelo también le empezó a ir mal, y le toco vender una vaquita y después otra… Y venda la vaquita y venda la vaquita, hasta que se quedó sin nada.

¿Y eso qué tiene que ver con Pontevedra, Cervelión, si acá todo va bien?

Todo va bien, es verdad. Yo diría que mejor de lo que nos imaginábamos, pero yo les cuento esa experiencia de mi abuelo a las familias de Pontevedra para decirles a los compañeros y compañeras que es mejor en colectivo. Si bien es cierto que la Agencia Nacional de Tierras nos va a entregar esta tierra de manera individual, la producción la debemos hacer en colectivo.

¿Y por qué es mejor en colectivo?

Porque el colectivismo nos lleva primero a una unidad. Segundo, en la producción impactamos en cualquier mercado; y, tercero, también nos ayuda a manejar los proyectos de una manera más organizada.

¿Y es fácil convencer a campesinos y campesinas de que en colectivo es mejor?

Puede haber dificultades en mantener la idea de lo colectivo, porque muchas familias quieren tener su propio ganado y sus propios cultivos. Aunque, a decir verdad, son pocas las familias que piensan así acá en Pontevedra, que prefieran la economía individual. Tal vez unas 4 o 5. Pero también es verdad que eso es respetable.

Día de celebración

El pasado 18 de marzo Cervelión Cogollo recibió la noticia de que la Agencia de Desarrollo Rural le había aprobado a su comunidad de la finca Pontevedra un proyecto productivo de 4.492 millones de pesos, que se usarían para la producción tecnificada de arroz secano y otros cultivos tradicionales. Ese día, él y los siete compañeros de la empresa comunitaria EMCAMPO que fueron a recibir la Resolución que los hacía aliados de la Agencia de Desarrollo Rural en ese proyecto, quedaron impactados por la cifra aprobada.

Fue entonces cuando este padre soltero, el padre de Kimberly, sintió que no solo había logrado su triunfo más grande como líder campesino, sino que había asegurado el proyecto de vida para cien familias cocaleras que habían huido de Tierralta. Ahora estas familias se dedicarían a la agricultura de la legalidad, con la siembra de arroz secano, yuca, maíz y frutales.

Entonces, al día siguiente Cervelión organizó con las cien familias del caserío una modesta celebración con torta y gaseosa.

El campesinado como sujeto de derechos recibe el reconocimiento de un Gobierno que los ha puesto en el centro de sus prioridades. Foto: Lisa Trujillo (ADR)

¿Qué siente usted cuando le sirve a la comunidad, cuando todos los días de su vida se los dedica a un grupo de familias que tuvieron que llegar a esta finca en unas condiciones tan difíciles, huyendo de los grupos armados?

Yo lo que siento es la admiración de la gente. Y por eso quisiera que mañana, cuando ya no esté, la gente pueda decir que todo esto es gracias a Cervelión. O que digan: mira, yo tengo una novilla porque Cervelión me enseñó que no podía gastarme la plata, sino salir adelante y hoy en día tengo 10 o 15 novillos. Y si se lo transmite a un niño, a un hijo, mucho mejor. Eso es lo que me gustaría que pasara.

¿Le gustaría tener una finca con 200 hectáreas?

¡Nooo, qué va! Tener hoy una finca con 200 o 300 hectáreas es no tener tranquilidad. Tendría que haber una paz muy grande para que eso pasara. Eso vale la pena si hay paz.

Si lo colectivo prospera, también prospera lo individual. ¿Es cierto eso?

Exacto —repone—. Aquí estamos viendo cómo de un pequeño capital, y con ahorro, se pasa poco a poco a tener más. Con el esfuerzo y la unión de todos.

Usted, por ejemplo, ¿qué propiedad tiene de manera individual?

Vea usted —dice con la satisfacción de sus logros—, yo, en un año y medio, de 15 animalitos pasé a treinta y de treinta ya dentro de poco pasaré a cuarenta y pico. Y en cinco años, imagínese hasta dónde llegaré. Y con ese ganado podré comprar 10 o 20 hectáreas de tierra, pero las adquiriría de una forma legal, con el trabajo, sin arrebatárselas a nadie. Tampoco se las compraría a un miembro de nuestra comunidad. No aceptaría que él vendiera su tierra, ni mucho menos que yo se la comprara, porque para eso se la conseguimos, para que él saliera adelante. Pero lo importante no es hasta dónde llegaré yo, sino hasta donde llegará mi comunidad.

Exacto, ¿cómo se imagina a su comunidad en pocos años?

Me imagino una comunidad viviendo en paz, primero que todo —enfatiza sus palabras—. No se iguala la tranquilidad de sembrar yuca a la de sembrar hoja de coca. Pero si se refiere a lo productivo, me imagino a este grupo de mujeres y hombres produciendo toneladas y toneladas de arroz y maracuyá y berenjena y yuca para venderlas en Montería, en Cartagena, en Sincelejo, y que así le llegue la prosperidad a cada familia y entonces se puedan olvidar de sus tragedias.

Cervelión Cogollo es uno de tantos ejemplos de que la Reforma Rural Integral es la calve para reemplazar las economías ilícitas por las economías de la legalidad. Foto: Lisa Trujillo (ADR)

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