La transformación lechera: el camino hacia la resignificación del campo en Cundinamarca

Transcurría agosto de 2013 cuando se desató el paro agrario más importante de la época reciente en Colombia. Las motivaciones de los pequeños y medianos campesinos fueron varias, entre ellas los altos costos de producción y la competencia de productos que llegaban del exterior por los tratados de libre comercio y el contrabando. Además, eran patentes las dificultades de acceso a créditos, la falta de tierras para producir y, por supuesto, las dificultades en la comercialización. En ese recordado paro también participaron organizaciones sociales de diferentes lugares del país que sumaron sus causas y generaron diversas protestas en las principales vías y ciudades.

Durante las movilizaciones que duraron casi 30 días, la frase de mayor impacto fue “Ese tal paro agrario no existe”, pronunciada por el presidente de la República de entonces. Tal afirmación generó indignación en las organizaciones campesinas y aumentó la intensidad de las marchas. Los campesinos acudieron a arrojar sus productos en las carreteras, ante la imposibilidad de encontrar compradores, y un grupo muy representativo de productores y productoras de leche, cebolla, papa, café y caña de Cundinamarca y Boyacá llegó a Bogotá entre ruanas, ponchos y sombreros para reivindicar sus derechos. La movilización tuvo tanto impacto que medios de comunicación nacionales e internacionales pusieron sus ojos y cámaras no solo en las movilizaciones, sino también en las peticiones de los labriegos.

Después de varios días de protestas y fuertes represiones, se reportaron ocho muertos, más de cuatrocientos heridos, múltiples casos de violaciones a los derechos humanos y detenciones. En todo caso, los campesinos lograron ser escuchados por el Gobierno nacional y entonces sus peticiones fueron atendidas. Finalmente, se firmaron acuerdos que, en su gran mayoría, no se han cumplido. Sin embargo, se marcó una fecha histórica para el campo colombiano, ya que se sintió la fuerza del campesinado en la capital. Una de las imágenes más recordadas en aquel paro y otras movilizaciones que se dieron en años posteriores fue la leche regada en las carreteras de diferentes municipios de Cundinamarca. De esta manera, los productores demandaron el cumplimiento de los 184 acuerdos firmados en 2013.

Blanca Velásquez, lideresa de la vereda Pueblo Viejo, en Zipacón.
Una de las siete ensiladoras entregadas en Cundinamarca por la Agencia de Desarrollo Rural.
Zipacón, marzo de 2024

En la sabana occidental de Cundinamarca, a 50 kilómetros de Bogotá, se encuentra el municipio de Zipacón. Conocido como la villa cultural de Cundinamarca, es, desde aquellas movilizaciones, el epicentro de la lucha campesina de las dignidades lecheras y de papa. Justamente aquí se empiezan a ver los frutos de ese importante momento en la historia agraria del país.

Jaime García es líder campesino y presidente de la Federación Agropecuaria de Cundinamarca, creada en 2015, luego de establecer diferentes acciones jurídicas para hacer cumplir los acuerdos firmados en 2013. Hoy su organización está conformada por más de 5.000 asociados. Jaime creció en el campo junto a su madre, que este año cumple 100 años. Ella le enseñó cada cosa que conoce del campo.

—Yo crecí aquí. Lo que tengo ha sido gracias a mi trabajo, gracias al trabajo de mi madre. Es que los pequeños productores también podemos tener posibilidades de crecer.

Enseguida, Jaime resalta lo que para él es el momento más importante y un hito en la historia del campesinado:

–Ese paro agrario fue el más importante que se realizó en este país. Permitió que hoy muchos proyectos y acuerdos sean una realidad.

En medio de una espesa neblina y un frío cada vez más intenso, Jaime recuerda:

—Hace 50 años el corte de prados se realizaba con hoz o con machete. Hoy es real, tenemos maquinaria tecnificada para nuestras campesinas y campesinos de Cundinamarca.

Jaime Garcia,
líder campesino promotor del paro agrario en 2013.

Allí, con sus propios ojos, los labriegos se disponen a verificar el funcionamiento de las máquinas entregadas por la Agencia de Desarrollo Rural para corte y ensile de prados, que permitirá no solo ahorrar gastos en la alimentación de sus animales, sino también reducir el tiempo y el esfuerzo físico que implica el corte de los prados, la recolección y el traslado, actividad que en ocasiones suponía días enteros de trabajo. La maquinaria les garantiza un aumento de la producción de leche durante todo el año.

Pese al intenso verano que por estos meses vive la región y que no permite tener prados con la altura ideal para corte y ensile, campesinos y campesinas de este municipio esperan emplear esta maquinaria para almacenar la mayor cantidad de silo posible en época de lluvias para contar con reservas en verano.

PEIRODITS Y ESCRITOR DE LA CRONICA
“Si en unos años no hay jovenes trabajando el campo, las ciudades no tendrán como alimentarse”. Miguel Parada, joven productor de leche.

Luego de realizar las respectivas pruebas a la maquinaria y bajar de la parte alta de la montaña, en plena trocha, se sube al vehículo Sandra Triana, campesina y productora de leche, quien manifiesta:

—Aquí hemos luchado por los derechos de las mujeres, por los derechos de los campesinos. Es un trabajo diario que nos recuerda que ser campesino sí paga —manifiesta con entusiasmo.

A pesar de tener una cita en Bogotá, Sandra toma un respiro y, con un tono decidido, habla de su vida familiar y comunitaria, de las luchas personales y campesinas que ha tenido que vivir en estas tierras y el llamado vehemente que hace a los campesinos lecheros de Cundinamarca.

Orgullosa de sus raíces y su labor, Sandra rescata la importancia del papel de la mujer en el campo:

—Hay un estigma porque somo mujeres… Peor, porque somos mujeres campesinas. Nosotros somos una familia que le ha apostado al campo, somos tres mujeres dedicadas a la ganadería lechera y nos va muy bien gracias a nuestra organización y liderazgo.

Sin embargo, resalta la indiferencia y discriminación con que son tratados campesinos y campesinas:

—Es increíble que en este país campesino por excelencia, en una simple encuesta, por ejemplo, no exista como profesión o actividad el ser campesino. Que una mujer como yo deba colocar o marcar con una X que es ama de casa, cuando el papel de la mujer no es solo alimentar y cuidar a su familia, a sus hijos; además es producir alimentos para este país. ¿Qué profesión más hermosa que esta?

Sandra quita una que otra paja de un bulto de silo sobre el que está sentada, preparando, seguramente, lo que será la respuesta a las preguntas que ella misma se ha venido haciendo.

—Nosotras no nacimos en este municipio, nosotras somos de Madrid, Cundinamarca. Mi papá nos formó siempre insistiendo en que la unión, el amor y el respeto son la clave y que una familia es como una empresa. Siempre nos inculcó eso, por eso tal vez yo he asumido este papel de liderazgo en el territorio.

“El papel de la mujer no es solo alimentar y cuidar a su familia; además es producir alimentos para este país. ¿Qué profesión más hermosa que esta?”. Sandra Triana, lideresa campesina.

—¿En qué momento se trasladaron a Zipacón?

—Llegamos cuando yo tenía 17 años, en enero de 1990. En Madrid estudiábamos en un buen colegio y terminamos aquí por una tierra que heredó mi madre. No fue fácil acostumbrarnos a todo lo que implica vivir en el campo, pero aquí estamos metiéndole berraquera para sacar adelante no solo a mi familia, también para motivar a las nuevas generaciones e inculcarles que vivir y trabajar en el campo sí paga.

—Justamente, Sandra, ¿cómo es el proceso que usted lleva aquí con los niños de la escuela?

—Yo no soy docente, pero tengo habilidades para enseñar; la profesora de la escuela, que no es del campo, me permite enseñarles algunas cosas a los niños. Allí les traslado el amor por el campo, por los animales y les enseño a valorar cada alimento que estas tierras producen. A veces enseñamos a nuestra niñez a que deben irse a las ciudades a conseguir trabajo, cuando aquí lo tenemos todo.

—¿Para usted qué significa ser mujer y lideresa campesina?

—Uno sobre todo como mujer tiene muchos retos y al ser lideresa, el doble de retos. Se debe caminar muchos kilómetros para hacerse visible en el territorio, escuchar, dialogar y trabajar por el bienestar de todos. Para mí ser campesina significa todo: tranquilidad, estabilidad y paz. Así puedo poner mi granito de arena para hacer de este país un lugar más bonito.

¿Cómo es el proceso de ser lideresa?, ¿cómo funciona en el municipio y en la vereda?

—Yo trato de moverme en todo sentido, no solo en la asociación de productores, sino también en la junta comunal. Apoyo y busco alternativas para familias muy pobres, a pesar de que debido a eso muchas veces sufra el machismo de frente. Me han sacado de estos mecanismos comunitarios, pero yo sigo en la lucha, muchas personas piensan que las mujeres no podemos, pero aquí seguimos impulsando el desarrollo común. La idea es no decaer y mostrarles a los niños que podemos vivir en este paraíso.

—Sandra, ¿qué la mantiene aquí, en el territorio?

—La independencia financiera. Yo pienso que hay muchas cosas para hacer, hay alternativas para luchar contra la falta de compra de leche, contra la sequía. Pero insisto: si estamos unidos, nos podemos ayudar, hay mucho por potenciar, debemos vincularnos a las asociaciones, organizarnos, pero como protagonistas, tomando la palabra y luchando. Debemos ser fuertes emocionalmente, quiero que la mujer tenga un reconocimiento más alto. El hecho de ser campesinas no nos hace diferentes, debemos pasar unidas estos malos tiempos.

—¿Cuántos de ustedes son propietarios de la tierra donde trabajan?

—Yo creo que solo el 40 por ciento somos propietarios —manifiesta con angustia—. Hay mucha gente que toma un arriendo para producir, con todo el riesgo que eso implica, y son lamentables las pérdidas que se están presentado. Aquí hay gente a la que no le recogen la leche, entonces me pregunto cómo hacen para llevar pan a la mesa. El campesino necesita capacitarse, necesita tierra y elementos para poner a producir alimentos.

Al finalizar la conversación, Sandra, hace un llamado contundente a las mujeres:

—No se queden calladas ante el maltrato, ante el rechazo, ante el machismo. Podemos trabajar unidas en pro del desarrollo rural. Hay que buscar siempre la felicidad y el campo es promotor de eso, de felicidad, de amor y paz. Enseñen eso en sus territorios.

El campesino necesita capacitarse, necesita tierra y elementos para poner a producir alimentos.

Fotos por: Lisa Trujillo (ADR)

Ir al contenido